A nivel global está reconocido que las personas que padecen cáncer presentan sintomatología ansiosa y depresiva con mayor frecuencia que la observada en otras enfermedades médicas.
La repercusión en la calidad de vida de la persona es evidente por las diversas implicaciones que a lo largo de los años se ha transmitido a nivel sociocultural como la incurabilidad de este tipo de patología, la posibilidad de una muerte inminente, la presencia de un dolor inmanejable, la presencia de efectos secundarios derivados del tratamiento, etc.
Habría que añadir que también influye la sintomatología afectiva derivada del propio tumor, la secundaria a los efectos derivados de los tratamientos empleados (quimioterapia, radioterapia, cirugía), y la derivada de patología psiquiátrica preexistente.
Pese a la elevada prevalencia de patología mental en este tipo de población, tiende a infradiagnosticarse, por lo que no es abordada terapéuticamente de la forma más adecuada.
Una adecuada valoración debe prestar atención y enfocarse sobre todo en la presencia de sintomatología ansiosa y depresiva, la existencia de problemas a nivel interpersonal así como los miedos y preocupaciones relacionados con esta patología.
Su correcto diagnóstico y adecuado tratamiento implicará una mejor calidad de vida de los pacientes y sus familiares, pudiendo influir de forma notable en la propia evolución de la enfermedad.